miércoles, 12 de enero de 2011

EL HOMBRE QUE PERDIÓ SUS COSQUILLAS

Y no se volvio a reir, y en algunos casos me atrevo a decir, ni a sentir....El motivo de ello no tenía una explicacion lógica. Pasó por varios eruditos científicos, algunos matasanos e incluso rezos a santificados...
Gabriel, quien se me olvidó presentar, durante muchos años reía con cualquier contacto externo sin poder controlarlo, llegando incluso a situaciones angustiosas para sus músculos abdominales y faciales. Reía de una manera contagiosa, incluso disfrutaba con el contagio hacia otras personas observando y deleitándose con las carcajadas y comportamientos generales de las personas contagiadas.
Explotaba de energía, relucían sus ojos lacrimados y con una carcajada sonora mostraba, sin complejo, toda su dentadura.

Parecía que éste comportamiento y todas sus sensaciones producidas nunca se extinguirían. Al paso de los años, su cuerpo entró en luto y como si su capacidad sensitiva muriese, Gabriel petrificó su sonrisa, puso su coraza de caballero andante y dejó de lucir esa sonrisa y ojos expresivos, ensombreciéndose la energía que durante años representó su esencia como persona.

Hubo varios intentos, inútiles, de conseguir ver la sonrisa de Gabriel otra vez. Especialistas en cosquillas, bufones, situaciones irrealistas, caricias.... toda técnica se intentó, pero la armadura pesaba demasiado. Incluso se pensó que ahora disfrutaba de esta nueva sensación triste y melancólica.El gran problema fue que Gabriel, no quiso revelar el porqué de su cambio, o era incapaz de explicarlo sin lágrimas, pero esta vez de tristeza y pena.

Se sentía un incomprendido y realmente lo era, pero por su culpa. La penitencia que llevaba se hacía cada vez mas pesada al igual que su armadura, que se adhería fuertemente a su cuerpo.

El motivo de Gabriel y la pérdida de sus cosquillas es que murió por dentro. Evidentemente, ningún médico podría diagnosticar dicha "enfermedad"ni mucho menos un remedio milagros de cualquier matasano lo sanaría... Fue una muerte consciente, se podría decir, que un suicidio a largo plazo.

Gabriel, fue la suma de todas las personas que quería y apreciaba. Durante muchos años, vivió por y para esas personas amadas. Su corazón era como un laberinto, donde cada pasillo pertenecía a alguien especial...Lo que nunca planificó, fue que por circunstancias de la vida...esos pasillos podrían cerrarse;y ese fué el motivo por el que su corazón murió cerrado a cal y canto, provocándole un bloqueo emocional irreparable...se sintió como una estructura vacía e inestable y cualquier órgano sensitivo limitó sus funciones al mínimo trabajo...ejemplo claro fue la pérdida de su risa. Su capcadidad auditiva se limitó a oir y no escuchar, su vista a ver y no observar, su piel apenas sentía y perdió un poco el gusto a la vida...

Gabriel, nunca se planteó la recuperación o el renacimiento de su vida. Pero llegó. Llegó la claridad a la oscuridad, quitó peso a esa armadura oxidada y sobre todo volvió abrir algunos caminos cerrados del corazón (sólo algunos, otros eran irreparables y tenía que asumirlo). Comenzó a escuchar, observar, sentir...evolucionando, de nuevo, en su vida y encontrándose con el sonido de su carcajada....Este renacimiento llegó, como pasan con la cosas interesantes de la vida -tanto las buenas como las malas- de manera inesperada e incontrolada. Simplemente se posó una mariposa en su estómago.

1 comentario:

Cristina Velázquez dijo...

A Gabriel, el niño que perdió las cosquillas…

Los días se volvieron largos y raros,
la tormenta aún estaba por llegar.
Se hizo de noche
y las mañanas amargas,
la luz desapareció durante meses;
su cuerpo, sensible y cansado, reaccionó de aquel modo,
Se convirtió en árbol de otoño
y sus hojas se perdieron en la maleza.

Curioso es el destino
que desafió a sus ojos y no les dejó ver su propia belleza.
Así pasaron los años.
Ignoraba que un árbol sin hojas
también es bello.
Anhelaba su flor
y sus ojos no querían fijarse en él.

Pero, toda tormenta pasa;
llueve, truena, rompe, arrasa;
pero pasa….

Así, una mañana brilló,
dejó pasar la luz a través de la ventana
y la brisa hizo volar todas las hojas.

La primavera había llegado y,
cuando se quiso dar cuenta,
brotaron de nuevo hojas y flores
y ni siquiera le importó.
No es que fuera tarde,
es que sus ojos al fin miraban,
pero no veían la diferencia.